El Mundo/El Día de Baleares, 25 de enero de 2016
En
artículos anteriores PLIS. Educación, por favor, asociación de profesores que reclama
una enseñanza profesional y no ideologizada, detectó ocho de los numerosos males de la
educación en España en general y en Baleares en particular: la ingeniería
social, la inclusión mal entendida, la inflación de asignaturas, la triple
inmersión lingüística, cultural y nacional catalanas, la falta de autonomía y
la falta de responsabilidad.
En
este artículo se abordará el noveno de los males: el miedo a la evaluación.
Se
ha llamado pocas veces la atención ante un hecho sorprendente en nuestro
sistema educativo desde hace más de tres décadas: para conocer el nivel
académico de nuestros alumnos, tenemos que recurrir a pruebas de evaluación
internacionales, como PISA, PIRLS y TIMSS, ya que las pruebas de evaluación
españolas impiden saber el nivel
académico de los alumnos de Baleares, Madrid, Cataluña, Castilla y León,
etc.
Esto
se debe a la ausencia del sentido de responsabilidad de las autoridades
educativas, de los profesores y de los sindicatos de profesores. ¿Queremos
decir que no hay evaluaciones de resultados en España?. Al contrario, hay
tantas que resultan demasiadas e inoperantes.
Como
los gobiernos autonómicos no están interesados en que se conozcan las
deficiencias educativas, quieren diseñar cada uno su propia evaluación interna,
con criterios, pruebas y nivel exigido distintos, de tal manera que se impida
la comparación. Además, al no ser públicas, se niega a los padres el derecho de
conocer los resultados académicos del centro, pueblo, ciudad y autonomía donde
estudian sus hijos. A esto se añade que las pruebas son sólo de diagnóstico, es
decir no calificadoras ni eliminatorias, por lo que no tienen fuerza para
obligar a cambiar la práctica docente con el fin de mejorar los resultados.
Como
los directores y profesores tampoco tienen un alto sentido de la
responsabilidad, se encuentran más cómodos trabajando en un sistema opaco que
impida conocer la calidad de su práctica profesional, medida en el espejo de
los resultados académicos de sus alumnos, del porcentaje de abandono escolar,
de fracaso, de excelencia, etc.
Como
los sindicatos de profesores están más interesados en colonizar la
administración y en hacer política con excusa sindical, sin concurrir a
elecciones, también hacen gala de irresponsabilidad negándose a incomodar a los
profesores. En vez de evaluación, prefieren hablar de multievaluación de todos
y cada uno de los rincones del sistema educativo: de adquisición de valores, de
equidad, de convivencia, de la administración, de la participación de padres y
de mil cosas más; todo con tal de evitar lo más importante, lo que refleja el
buen o mal trabajo en un centro educativo: la evaluación de resultados
académicos de los alumnos. El argumento es sencillo: en educación todos somos responsables,
alumnos, padres, profesores, directores, gobiernos, entorno social, entorno
económico, nivel cultural familiar, etc. El resultado es nefasto, nadie tiene
responsabilidad y, por tanto, todo sigue igual. La situación es como la de la
playa de los ahogados, ésa en que todos los bañistas son socorristas; cuando
hay alguien en apuros, nadie se lanza a salvarlo, porque todos se pasan el rato
mirando a todos..
En
resumen, las evaluaciones internas, no
calificadoras, no públicas y las multievaluaciones, todas ellas al amparo de la
LOE-LOGSE, y antes de la LGE, son inoperantes.
¿Qué
modelo de evaluación defiende PLIS. Educación, por favor? Uno que evite el
fárrago y la dispersión, que responda a estas elementales preguntas: ¿mi hijo
tiene nivel?, ¿el centro donde estudia mi hijo tiene nivel?
En
primer lugar, la evaluación debe medir el nivel académico de los alumnos y a
través de esta medida, medir la competencia profesional de los profesores. El
resto de las multievaluaciones sobran o
son complementarias.
En
segundo lugar, la evaluación ha de ser externa y nacional, que permita
homogeneidad en las pruebas y comparación de resultados.
En
tercer lugar, la evaluación será calificadora y en ocasiones eliminatoria, para
garantizar la intensidad profesional de los profesores y el interés del alumno
en su realización.
Por
último, se publicarán los resultados, ponderando el entorno socioeconómico de
los centros y salvaguardando la identidad de los alumnos, para así informar a
los padres del nivel académico de cada departamento didáctico, centro, ciudad y
autonomía y favorecer la libertad de elección de centro.
No hay mejor manera ni más rápida, para obligar a los
profesionales a mejorar sus prácticas pedagógicas o para persistir en ellas,
que conocer el nivel académico de los centros donde trabajan, ponderado el
entorno socioeconómico de cada centro. Cualquier padre lo entiende, de la misma
manera que ningún padre entiende que, ante el fracaso o éxito escolar de un
centro, se recurra sistemáticamente, para explicarlo, al entorno socioeconómico
o sociocultural de los padres y no a la competencia de los profesionales del
centro, que deben estar preparados para trabajar en cualquier circunstancia.