miércoles, 27 de enero de 2016

La evaluación externa. El miedo a la evaluación


Por Julián Ruiz-Bravo y Carlos Serra, miembros fundadores de PLIS. Educación, por favor

El Mundo/El Día de Baleares, 25 de enero de 2016





En artículos anteriores PLIS. Educación, por favor, asociación de profesores que reclama una enseñanza profesional y no ideologizada,  detectó ocho de los numerosos males de la educación en España en general y en Baleares en particular: la ingeniería social, la inclusión mal entendida, la inflación de asignaturas, la triple inmersión lingüística, cultural y nacional catalanas, la falta de autonomía y la falta de responsabilidad. 

En este artículo se abordará el noveno de los males: el miedo a la evaluación.

Se ha llamado pocas veces la atención ante un hecho sorprendente en nuestro sistema educativo desde hace más de tres décadas: para conocer el nivel académico de nuestros alumnos, tenemos que recurrir a pruebas de evaluación internacionales, como PISA, PIRLS y TIMSS, ya que las pruebas de evaluación españolas impiden saber el nivel  académico de los alumnos de Baleares, Madrid, Cataluña, Castilla y León, etc.

Esto se debe a la ausencia del sentido de responsabilidad de las autoridades educativas, de los profesores y de los sindicatos de profesores. ¿Queremos decir que no hay evaluaciones de resultados en España?. Al contrario, hay tantas que resultan demasiadas e inoperantes.

Como los gobiernos autonómicos no están interesados en que se conozcan las deficiencias educativas, quieren diseñar cada uno su propia evaluación interna, con criterios, pruebas y nivel exigido distintos, de tal manera que se impida la comparación. Además, al no ser públicas, se niega a los padres el derecho de conocer los resultados académicos del centro, pueblo, ciudad y autonomía donde estudian sus hijos. A esto se añade que las pruebas son sólo de diagnóstico, es decir no calificadoras ni eliminatorias, por lo que no tienen fuerza para obligar a cambiar la práctica docente con el fin de mejorar los resultados.

Como los directores y profesores tampoco tienen un alto sentido de la responsabilidad, se encuentran más cómodos trabajando en un sistema opaco que impida conocer la calidad de su práctica profesional, medida en el espejo de los resultados académicos de sus alumnos, del porcentaje de abandono escolar, de fracaso, de excelencia, etc.

Como los sindicatos de profesores están más interesados en colonizar la administración y en hacer política con excusa sindical, sin concurrir a elecciones, también hacen gala de irresponsabilidad negándose a incomodar a los profesores. En vez de evaluación, prefieren hablar de multievaluación de todos y cada uno de los rincones del sistema educativo: de adquisición de valores, de equidad, de convivencia, de la administración, de la participación de padres y de mil cosas más; todo con tal de evitar lo más importante, lo que refleja el buen o mal trabajo en un centro educativo: la evaluación de resultados académicos de los alumnos. El argumento es sencillo: en educación todos somos responsables, alumnos, padres, profesores, directores, gobiernos, entorno social, entorno económico, nivel cultural familiar, etc. El resultado es nefasto, nadie tiene responsabilidad y, por tanto, todo sigue igual. La situación es como la de la playa de los ahogados, ésa en que todos los bañistas son socorristas; cuando hay alguien en apuros, nadie se lanza a salvarlo, porque todos se pasan el rato mirando a todos..

En resumen, las  evaluaciones internas, no calificadoras, no públicas y las multievaluaciones, todas ellas al amparo de la LOE-LOGSE, y antes de la LGE, son inoperantes. 

¿Qué modelo de evaluación defiende PLIS. Educación, por favor? Uno que evite el fárrago y la dispersión, que responda a estas elementales preguntas: ¿mi hijo tiene nivel?, ¿el centro donde estudia mi hijo tiene nivel? 

En primer lugar, la evaluación debe medir el nivel académico de los alumnos y a través de esta medida, medir la competencia profesional de los profesores. El resto de las multievaluaciones  sobran o son complementarias.

En segundo lugar, la evaluación ha de ser externa y nacional, que permita homogeneidad en las pruebas y comparación de resultados.

En tercer lugar, la evaluación será calificadora y en ocasiones eliminatoria, para garantizar la intensidad profesional de los profesores y el interés del alumno en su realización.

Por último, se publicarán los resultados, ponderando el entorno socioeconómico de los centros y salvaguardando la identidad de los alumnos, para así informar a los padres del nivel académico de cada departamento didáctico, centro, ciudad y autonomía y favorecer la libertad de elección de centro.

            No hay mejor manera ni más rápida, para obligar a los profesionales a mejorar sus prácticas pedagógicas o para persistir en ellas, que conocer el nivel académico de los centros donde trabajan, ponderado el entorno socioeconómico de cada centro. Cualquier padre lo entiende, de la misma manera que ningún padre entiende que, ante el fracaso o éxito escolar de un centro, se recurra sistemáticamente, para explicarlo, al entorno socioeconómico o sociocultural de los padres y no a la competencia de los profesionales del centro, que deben estar preparados para trabajar en cualquier circunstancia.