lunes, 25 de junio de 2018

Escuela ilustrada vs escuela democrática (Archipiélago Orwell)

Carlos Serra

El Mundo, 25 de junio de 2018



     La escuela no es una institución democrática ni debe serlo.


     En primer lugar, para que haya democracia deben existir individuos, reducidos por nuestro sistema educativo a masa colectiva victimizada. En segundo lugar, deben existir responsabilidades, travestidas por la legislación educativa en inmunidades hedonistas. En tercer lugar, es decisivo un escrupuloso respeto por la ley, relativizado por los “educadores” y sometido al vertedero semántico de la corrección política. En cuarto lugar, es imprescindible una buena formación, incompatible con el analfabetizador paraíso igualitario que ha logrado la progrez, responsable de nuestra pornográfica legislación educativa. En quinto lugar, se requiere libertad, diluida ahora en automatismos de corte totalitario (creencia en el derecho a decidir por los demás, a suplantar a los jueces, a aprobar por decreto, a recibir becas sin esfuerzo, a derechos especiales en función de lo que albergue la entrepierna...).

     Democratizar la escuela es una de las expresiones más repetidas a lo largo del siniestro articulado de la LOGSE-LOE-LOMCE y no significa otra cosa que la destrucción de la enseñanza entendida como instrumento de emancipación frente a la sociedad de los privilegios, aniquilación perpetrada bajo pátina democrática y generosa financiación de las huestes power-point, onerosos maestros de la ruinosa escuela pública que llevan a sus hijos a escuelas concertadas, cuando no privadas, pero defensores de una escuela pública de calidad para los hijos de los demás.

     Y vamos con la trampa verbal. Democratizar la escuela no significa, en este contexto, abrir la escuela al pueblo, sino condenar al pueblo a la escuela, a no salir nunca de su tutela. ¿Recuerdan alguna manifestación para protestar porque los niños no escriben ni leen correctamente, tal y como advierten todos los indicadores internacionales, a pesar de haber pasado por la escolarización obligatoria más larga del mundo?

     Al prohibir el fracaso y eliminar la frustración, la escuela democrática se ve obligada a emprender batallas ideológicas a diario para distraer la atención de la sangría social que ha generado, encubriendo los vejatorios resultados académicos bajo eslóganes de igualdad, pacifismo, ecologismo, feminismo, convivencia, libertad de expresión, etcétera, vivencias virtuales del paraíso utópico diseñado por aquellos que tuvieron la oportunidad de librar a sus hijos de sus efectos.

   La verdadera escuela no es democrática sino que prepara para la democracia. La escuela democrática prepara para la servidumbre.