Por Julián Ruiz-Bravo. Asociación de profesores "PLIS. Educación por favor. Carlos Serra, Olga Ballester.
Publicado por El Mundo/El Día de Baleares, 29 de noviembre de 2014. CENTROS MENORES DE EDAD
En artículos
anteriores PLIS. Educación, por favor detectó seis de los numerosos males
de la educación en España en general y en Baleares en particular: la ingeniería
social, la inclusión mal entendida, la inflación de asignaturas y la triple
inmersión lingüística, cultural y nacional catalanas.
En este artículo se
abordará otro de los males: la falta de autonomía y liderazgo de los equipos
directivos.
El sistema
educativo español, durante las últimas décadas de imperio de la LOGSE-LOE, ha
concebido los centros de enseñanza como entidades menores y dependientes de las
autoridades educativas Los directores no han tenido nunca autonomía para
establecer programas educativos, planes pedagógicos, planes de mejora, organización de grupos
flexibles, propuestas de especialización, etc.
Todo, absolutamente todo, ha estado marcado por los gobiernos. La
contrapartida ha sido la falta de responsabilidad.
Una de las escenas
más descorazonadoras, y repetidas cada trimestre de cada curso, tiene lugar en
los claustros de profesores, cuando el equipo directivo expone las estadísticas
de rendimiento académico de los alumnos por niveles y grupos. El bochorno de
los profesores por los casi siempre malos resultados dura unos pocos minutos y
da paso al olvido inmediato, sin análisis de las causas del fracaso ni
propuestas de planes de mejora. Este bochorno y la misma inacción se repiten
cada tres años, cuando se publican los demoledores informes PISA.
Sin embargo, a
pesar de la inacción, poco más se puede hacer. Cuando los centros no tienen
autonomía, tampoco tienen responsabilidad.
Urge un cambio en
el sistema educativo, introducir la autonomía y, por ello, la responsabilidad. Todo
profesional ha de responsabilizarse de su trabajo: un arquitecto de que la casa
no se caiga, un mecánico de que la avería se solucione, un entrenador de que su
equipo gane partidos; un profesor y el centro educativo, de que sus alumnos no
fracasen y tengan éxito escolar. Si no lo consigue, los padres habrán hecho una pésima inversión.
La LOMCE, aún
pendiente de desarrollo normativo, ofrece el marco jurídico para que los
directores ejerzan el liderazgo: se les proporciona una amplia autonomía. No
sabemos cómo se desarrollará normativamente esta autonomía, pero la autonomía
que defiende “PLIS. Educación, por favor” no supone independencia para
cualquier cosa, exige neutralidad ideológica y debe desembocar en el objetivo
fundamental de elevar los resultados, especialmente académicos, de los alumnos.
Del equipo directivo dependerá la gestión educativa, los planes pedagógicos,
los planes experimentales, las acciones de mejora, la composición de grupos, la
flexibilización, los planes de atención a alumnos con necesidades y alumnos
aventajados y, también, la organización de los recursos humanos; en
resumen, el éxito o fracaso escolar del
centro. Algo muy distinto de lo que muchos directores de Baleares pretenden
ahora, convertir los centros en plataformas ideológicas y nacionalistas.
El reto marea,
produce vértigo. Pero si se quiere profesionalizar los centros, se ha de
introducir el vértigo.
Los directores
deben ya prepararse y centrarse en lo que importa: la mejora de los resultados
y no el adoctrinamiento. “PLIS. Educación, por favor” sugiere varias
actuaciones.
En primer lugar, se
debe formar un equipo directivo que incluya a los jefes de departamento. El
director ha de trasladar a los jefes de departamento que también ellos son
responsables del éxito o fracaso escolar del centro; que deben participar en la
elaboración de todos los planes; que han de
implementarlos departamentalmente; que han de conseguir que los
profesores de cada departamento los apliquen en las aulas.
En segundo lugar,
es más que conveniente que el director proponga una especialización del centro.
No tiene sentido, por ejemplo, que todos los centros tengan que ser centros
integrales, con un poco de ESO, un poco de bachillerato, un poco de formación
profesional, con la consiguiente ineficiencia en la distribución de recursos
materiales y humanos. Tal vez es conveniente que un centro se especialice en
Bachillerato o en una modalidad de
Bachillerato, otro en ESO, otro en FP; otro, en contar con unidades selectas de
atención a alumnos con necesidades especiales; otro, en unidades de atención a
alumnos aventajados; otro en la formación de profesores en prácticas, etc.
En tercer lugar, y
éste es quizá el asunto que más resistencias creará entre el cuerpo docente y
sindicatos, el director ha de tener
alguna capacidad para disponer y distribuir los recursos humanos, es decir, los
profesores, para llevar a buen fin los planes educativos y pedagógicos.
Se argüirá que
entonces los directores tendrán capacidad sin límites para ejercer el
nepotismo. Es un riesgo. Sin embargo, el nepotismo está reñido con la mejora de
los resultados; y la evaluación de los resultados, especialmente académicos,
mediante las pruebas de evaluación externas serán la base para la rendición de
cuentas de los directores.
Hay que ser
humildes, es decir, ambiciosos. No queremos que los centros se conviertan en
una gran ONG apuntada a todas las causas solidarias; tampoco, que se conviertan
en un gran Leroy-Merlín para arreglar el mundo mal hecho; tampoco, que se
conviertan en una gran fábrica de buenos chicos; tampoco, que se conviertan en
una continua fiesta del gran cumpleaños con, cada día, su preceptivo día de la
paz, del comercio justo, del reciclaje, etc. Seamos humildes: un centro de
enseñanza es... un centro de enseñanza. Es poco. Es muchísimo.