viernes, 28 de noviembre de 2014

Los sindicatos de la enseñanza o el obrerismo cool

Por Carlos Serra Martín.  
Asociación de profesores "PLIS. Educación por favor". Julián Ruiz-Bravo, Olga Ballester.

Publicado en El Mundo-El Día de Baleares el 28 de noviembre de 2014:



El camino hacia la recuperación de una educación pública decente, cabal y orientada por parámetros profesionales y no ideológicos, donde los alumnos aprendan y los profesores enseñen, no vendrá de la mano de aquellos que dicen defender la calidad de la enseñanza pública cuando, en realidad, llevan cooperando en su destrucción desde hace más de un cuarto de siglo. Defensores de la ignorancia compartida como estrategia de cohesión social, los sindicatos, en su torpeza ideológica de contribuir a la estandarización de resultados académicos a cualquier precio, olvidan con cerril determinación que las empresas seguirán contratando a los más competentes, no a los monolingües semianalfabetos, indoctrinados hasta la médula y condenados a la irrelevancia laboral.
Penosos colaboradores en haber igualitarizado las aulas con los que sí quieren estudiar y los que no desean hacerlo, en haber reducido los bachilleratos a la mínima expresión, en haber desprestigiado aún más la formación profesional, obligando a quienes quieren aprender una profesión a varar hasta los dieciséis años en aulas donde no quieren estar, los sindicatos del mundo educativo siempre se han dedicado a relativizar las cifras de fracaso escolar en España y, especialmente, las de Baleares, donde la tasa de abandono escolar es prácticamente de un 30%.  Que los estudiantes de enseñanza secundaria estén a la cola de  Europa en España, según el informe PISA, nunca ha preocupado a los sindicatos, cuyos intereses  se han movido hacia la defensa de unas oposiciones al cuerpo docente restringidas, donde la experiencia en las aulas o el ingente número de horas de formación en bobadas inútiles y vergonzantes pueden ser más importantes que demostrar dominar una materia, la que se va a enseñar realmente a los alumnos, o donde disponer del curso de reciclaje de catalán puede dar más oportunidades  que tener un doctorado. Pero, eso sí, los sindicatos se escandalizan si en lugar de eliminar una de las dos lenguas oficiales del sistema educativo se pretende establecer un equilibrio entre éstas, o si aumentan las ratios de alumnos, obviando que en la escuela concertada y en la privada hay un profesor por cada profesor y medio en la pública, o lo que es lo mismo, que las ratios en la enseñanza concertada o privada son exageradamente más altas que en la enseñanza pública obteniendo, a pesar de ello, mejores resultados académicos.

También resulta revelador cómo todos los sindicatos del orbe educativo, CCOO, UGT, STEI, USO, ANPE etc. tratan de llevar la enseñanza a su coto ideológico, identificando a lo que ellos llaman docentes (los maestros y profesores de toda la vida) con la lucha de clases. En todas sus proclamas sindicales identifican a los maestros y profesores con trabajadores y trabajadoras, como si fuera comparable el trabajo de un labrador, un minero o un obrero con el de un acomodado funcionario y, no digamos ya, si la comparación alcanza a estos representantes  sindicales, liberados de la profesión que dicen defender. Anpe, antaño sindicato independiente, comprometido con los derechos del gremio y con capacidad para desbancar al STEi de su mayoría absoluta en las anteriores elecciones sindicales, deambula ahora confundido tras pancartas ultranacionalistas y lazos a favor de la discriminación lingüística,  fingiendo lo que nunca fue en sus orígenes, devorándose a sí mismo en una suerte de inmolación estrafalaria y a cámara lenta, abandonado por su anterior presidente, el inefable Antoni Martorell que, tras dar una penosa imagen de títere del catalanismo sindical durante los últimos tres años y ante el inminente desastre de las elecciones del próximo 4 de diciembre, retorna a su serrín político y coloca de sustituto en la presidencia de la organización a un integrante de las pasadas listas electorales del sindicato independentista Stei, dato muy revelador de lo que es ahora Anpe.
 El gran mérito de estos liberados sindicales ha sido rematar la dignidad de la profesión docente, alejándose cada vez más de la realidad de las aulas y viviendo escandalosamente a costa de los compañeros que les pagamos el sueldo a cambio de leerse el BOIB, y ni eso. Dan ganas de devolverlos a las aulas, pero las consecuencias aún serían peores para los alumnos.
Frente a este fervor histérico de conductas fanatoides subvencionadas por el Estado, no hay alternativa. Las clientelas de la utopía seguirán apoyando huelgas irresponsables, convocadas por revolucionarios de nómina, antisistemas pagados por el sistema, maestros insurrectos con vacaciones pagadas y con la tiza intacta, al servicio del perverso espectro identitario.  
Los sindicatos de la enseñanza en Baleares han colaborado en enterrar lo que se esconde detrás de un modelo educativo enemigo de la excelencia y auténtico lastre para el progreso. No es su única responsabilidad. Muchos maestros y profesores todavía recordamos cómo determinadas adjudicaciones de plazas interinas que se producían una vez comenzado el curso, superaban con creces los beneficios de los adjudicatarios frente a otros interinos que, doblando a los primeros en puntuación, habían escogido, previamente al inicio de curso, plazas de peores condiciones. Y así año tras año sin que ningún sindicato presentara ninguna denuncia (no iban a denunciar lo que habían pactado con Conselleria, claro está). Tampoco recordamos que ningún sindicato pusiera el grito en el cielo por tardar la Conselleria más de dos semanas en cubrir una baja laboral, circunstancia que lleva repitiéndose durante los últimos 30 años. El mayor recorte salarial perpetrado contra los profesionales de la enseñanza, producido durante el curso 2010-2011, fue seguido por un oneroso silencio sindical cuyo eco aún perdura…
Tal vez el día que exista un sindicato profesional, independiente y realmente dedicado a las funciones que se le suponen, muchos profesores se sentirán representados por primera vez en muchos años y tal vez, entonces, se les desentumezcan las ganas de luchar por una verdadera educación de calidad, apolítica y en libertad. 
Afortunadamente para nuestra profesión, a pesar de la agitprop incesante de los liberados del trabajo, que anulan los derechos fundamentales de los estudiantes y violan el código deontológico de los profesionales de la enseñanza, sigue habiendo estudiantes que quieren aprender, que quieren futuro y que dignifican nuestra profesión.