Asociación de profesores "PLIS. Educación por favor". Julián Ruiz-Bravo, Olga Ballester.
Publicado en El Mundo-El Día de Baleares el 28 de noviembre de 2014:
El camino hacia la recuperación
de una educación pública decente, cabal y orientada por parámetros profesionales
y no ideológicos, donde los alumnos aprendan y los profesores enseñen, no vendrá
de la mano de aquellos que dicen defender la calidad de la enseñanza pública
cuando, en realidad, llevan cooperando en su destrucción desde hace más de un
cuarto de siglo. Defensores de la ignorancia compartida como estrategia de
cohesión social, los sindicatos, en su torpeza ideológica de contribuir a la
estandarización de resultados académicos a cualquier precio, olvidan con cerril
determinación que las empresas seguirán contratando a los más competentes, no a
los monolingües semianalfabetos, indoctrinados hasta la médula y condenados a la
irrelevancia laboral.
Penosos colaboradores en haber igualitarizado las aulas con los que sí quieren estudiar y los que no desean hacerlo, en haber reducido los bachilleratos a la mínima expresión, en haber desprestigiado aún más la formación profesional, obligando a quienes quieren aprender una profesión a varar hasta los dieciséis años en aulas donde no quieren estar, los sindicatos del mundo educativo siempre se han dedicado a relativizar las cifras de fracaso escolar en España y, especialmente, las de Baleares, donde la tasa de abandono escolar es prácticamente de un 30%. Que los estudiantes de enseñanza secundaria estén a la cola de Europa en España, según el informe PISA, nunca ha preocupado a los sindicatos, cuyos intereses se han movido hacia la defensa de unas oposiciones al cuerpo docente restringidas, donde la experiencia en las aulas o el ingente número de horas de formación en bobadas inútiles y vergonzantes pueden ser más importantes que demostrar dominar una materia, la que se va a enseñar realmente a los alumnos, o donde disponer del curso de reciclaje de catalán puede dar más oportunidades que tener un doctorado. Pero, eso sí, los sindicatos se escandalizan si en lugar de eliminar una de las dos lenguas oficiales del sistema educativo se pretende establecer un equilibrio entre éstas, o si aumentan las ratios de alumnos, obviando que en la escuela concertada y en la privada hay un profesor por cada profesor y medio en la pública, o lo que es lo mismo, que las ratios en la enseñanza concertada o privada son exageradamente más altas que en la enseñanza pública obteniendo, a pesar de ello, mejores resultados académicos.
Penosos colaboradores en haber igualitarizado las aulas con los que sí quieren estudiar y los que no desean hacerlo, en haber reducido los bachilleratos a la mínima expresión, en haber desprestigiado aún más la formación profesional, obligando a quienes quieren aprender una profesión a varar hasta los dieciséis años en aulas donde no quieren estar, los sindicatos del mundo educativo siempre se han dedicado a relativizar las cifras de fracaso escolar en España y, especialmente, las de Baleares, donde la tasa de abandono escolar es prácticamente de un 30%. Que los estudiantes de enseñanza secundaria estén a la cola de Europa en España, según el informe PISA, nunca ha preocupado a los sindicatos, cuyos intereses se han movido hacia la defensa de unas oposiciones al cuerpo docente restringidas, donde la experiencia en las aulas o el ingente número de horas de formación en bobadas inútiles y vergonzantes pueden ser más importantes que demostrar dominar una materia, la que se va a enseñar realmente a los alumnos, o donde disponer del curso de reciclaje de catalán puede dar más oportunidades que tener un doctorado. Pero, eso sí, los sindicatos se escandalizan si en lugar de eliminar una de las dos lenguas oficiales del sistema educativo se pretende establecer un equilibrio entre éstas, o si aumentan las ratios de alumnos, obviando que en la escuela concertada y en la privada hay un profesor por cada profesor y medio en la pública, o lo que es lo mismo, que las ratios en la enseñanza concertada o privada son exageradamente más altas que en la enseñanza pública obteniendo, a pesar de ello, mejores resultados académicos.
También resulta revelador cómo
todos los sindicatos del orbe educativo, CCOO, UGT, STEI, USO, ANPE etc. tratan
de llevar la enseñanza a su coto ideológico, identificando a lo que ellos llaman
docentes (los maestros y profesores de toda la vida) con la lucha de clases. En
todas sus proclamas sindicales identifican a los maestros y profesores con trabajadores y trabajadoras, como si
fuera comparable el trabajo de un labrador, un minero o un obrero con el de un
acomodado funcionario y, no digamos ya, si la comparación alcanza a estos representantes sindicales, liberados de la profesión que
dicen defender. Anpe, antaño sindicato independiente, comprometido con los
derechos del gremio y con capacidad para desbancar al STEi de su mayoría
absoluta en las anteriores elecciones sindicales, deambula ahora confundido tras
pancartas ultranacionalistas y lazos a favor de la discriminación
lingüística, fingiendo lo que nunca fue
en sus orígenes, devorándose a sí mismo en una suerte de inmolación estrafalaria
y a cámara lenta, abandonado por su anterior presidente, el inefable Antoni
Martorell que, tras dar una penosa imagen de títere del catalanismo sindical
durante los últimos tres años y ante el inminente desastre de las elecciones del
próximo 4 de diciembre, retorna a su serrín político y coloca de sustituto en la
presidencia de la organización a un integrante de las pasadas listas electorales
del sindicato independentista Stei, dato muy revelador de lo que es ahora
Anpe.
El gran mérito de estos liberados sindicales
ha sido rematar la dignidad de la profesión docente, alejándose cada vez más de
la realidad de las aulas y viviendo escandalosamente a costa de los compañeros
que les pagamos el sueldo a cambio de leerse el BOIB, y ni eso. Dan ganas de
devolverlos a las aulas, pero las consecuencias aún serían peores para los
alumnos.
Frente a este fervor histérico
de conductas fanatoides subvencionadas por el Estado, no hay alternativa. Las clientelas de la utopía seguirán
apoyando huelgas irresponsables, convocadas por revolucionarios de nómina,
antisistemas pagados por el sistema, maestros insurrectos con vacaciones pagadas
y con la tiza intacta, al servicio del perverso espectro identitario.
Los sindicatos de la enseñanza
en Baleares han colaborado en enterrar lo que se esconde detrás de un modelo
educativo enemigo de la excelencia y auténtico lastre para el progreso. No es su
única responsabilidad. Muchos maestros y profesores todavía recordamos cómo
determinadas adjudicaciones de plazas interinas que se producían una vez
comenzado el curso, superaban con creces los beneficios de los adjudicatarios
frente a otros interinos que, doblando a los primeros en puntuación, habían
escogido, previamente al inicio de curso, plazas de peores condiciones. Y así
año tras año sin que ningún sindicato presentara ninguna denuncia (no iban a
denunciar lo que habían pactado con Conselleria, claro está). Tampoco recordamos
que ningún sindicato pusiera el grito en el cielo por tardar la Conselleria más
de dos semanas en cubrir una baja laboral, circunstancia que lleva repitiéndose
durante los últimos 30 años. El mayor recorte salarial perpetrado contra los
profesionales de la enseñanza, producido durante el curso 2010-2011, fue seguido
por un oneroso silencio sindical cuyo eco aún perdura…
Tal vez el día que exista un
sindicato profesional, independiente y realmente dedicado a las funciones que se
le suponen, muchos profesores se sentirán representados por primera vez en
muchos años y tal vez, entonces, se les desentumezcan las ganas de luchar por
una verdadera educación de calidad, apolítica y en libertad.
Afortunadamente para nuestra
profesión, a pesar de la agitprop
incesante de los liberados del trabajo, que anulan los derechos fundamentales de
los estudiantes y violan el código deontológico de los profesionales de la
enseñanza, sigue habiendo estudiantes que quieren aprender, que quieren futuro y
que dignifican nuestra profesión.