domingo, 4 de enero de 2015

De la servidumbre personal a la adscripción a la gleba, pasando por la impostura

Por Mariano Fernández Enguita

26 de dic. de 2014

           Llama la atención que llevemos medio siglo hablando de la endogamia universitaria y no hayamos hecho más que reforzarla. Bien es cierto que, aun siendo la metáfora más común, no es la única: la otra es el feudalismo, que expresaría la dependencia personal del aspirante o el profesor junior respecto del senior. Poca gente se atreve a hacer una defensa pública de la endogamia, pero se ha hecho, e intensa, con eufemismos como la promoción profesional (garantías de ascenso sin cambiar de universidad), la estabilidad de los equipos de investigación (que se verían rotos por la movilidad), la vinculación al entorno (siempre mejor garantizada por los de aquí), etc. Por otra parte, nunca fue difícil encontrar medidas contra la endogamia, teóricamente muy sencillas aunque políticamente muy conflictivas. Habría bastado con formar los tribunales en mayor proporción o enteramente por sorteo –entre áreas de conocimiento lo bastante amplias para impedir el dominio de pequeñas cliques–, compensar los costes ocasionales de la movilidad geográfica y automatizar la estructura de las dotaciones, es decir, regular la ratio de catedráticos, titulares, etc. por estudiante.