lunes, 18 de junio de 2018

La Pau sea con vosotros



José Manuel Barquero

El Mundo, 18 de junio de 2018

CERCA DE 300.000 estudiantes en toda España se han presentado a la selectividad este mes de junio, y la semana pasada los alumnos y sus familias han conocido los resultados. A estos exámenes ahora los llaman PAU - Pruebas de Acceso a Estudios Universitarios- pero traen cualquier cosa menos paz. Tensión, nervios, pánico escénico a esas macro aulas desconocidas... no recuerdo yo en mis tiempos de bachiller tanta agonía ni tanta histeria colectiva. Encaré la pregunta sobre Nietzsche en el examen de Filosofía con la frialdad de Borg en la pista central de Wimbledon, pero también puede ser que me falle la memoria, y fuera McEnroe blandiendo un bolígrafo en la cara del profesor. El caso es que ahora se han multiplicado las opciones para elegir estudios superiores, y algunas notas de corte para acceder a los grados más demandados en las mejores facultades de España has subido a cotas himaláyicas. Vamos con otro artículo fascista, jacobino, a las órdenes de ese imperialismo rancio que se nos quiere imponer desde la España mesetaria.

Por increíble que parezca dada la aceptación generalizada de una parte del discurso nacionalista en cada región de España -Madrid nos maltrata a todos- en España aún sobrevive el distrito único universitario. Quiero decir que a pesar del incremento de la presión centrifugadora en materia de competencias que hemos visto en los últimos años, en nuestro modelo de estado altamente descentralizado las notas de un alumno de Cádiz le sirven para optar a una plaza universitaria en Girona. A pesar de ello cada comunidad autónoma, a través de sus universidades públicas, prepara sus propias pruebas. Coinciden los días de los exámenes, y las materias a evaluar. El resto, cada una a su bola. Preguntan lo que estiman conveniente y corrigen según su parecer en el uso de su autonomía académica. A mi me tienen que explicar, porque no lo puedo entender, cómo se puede comparar con un mínimo de objetividad el nivel de conocimientos en matemáticas de dos alumnos que hacen dos exámenes completamente distintos. Cómo discriminar a la hora de acceder a una facultad según la puntuación en Física, o en Biología, a dos estudiantes que realizan pruebas de diferente dificultad.
Notará el lector que solo me he referido a materias de la rama de ciencias. Hablar de la asignatura de Historia de España sería abrir la caja de los truenos por la larga dejación de funciones del Ministerio de Educación a la hora de controlar los diseños curriculares de las comunidades autónomas. En determinadas escuelas se emplean libros de texto que recogen la historia de nuestro país con el mismo rigor científico que emplea Pocahontas narrando la colonización de América. Pero no se lo vamos a poner tan sencillo a la caverna nacionalista. Sigamos con la química y el dibujo técnico.
Todo esto es una gran broma a la que nadie se atreve a meter mano para que no le llamen centralista, o sea, fascista. Cada año miles de graduados en Medicina se examinan del MIR para optar a las plazas de médico residente que se ofertan en toda España según las especialidades. Es un mecanismo que funciona, copiado en otros países, y reconocido como uno de los pilares formativos que sostiene uno de los mejores sistemas de sanidad pública del mundo. Aunque nos cueste reconocerlo -a unos más que a otros- hacemos algunas cosas bien. ¿Ustedes se imaginan si de pronto cada autonomía, o mejor aún, cada hospital público de referencia, decidiera hacer sus propias pruebas, corregirlas y poner las notas a los alumnos de su propia comunidad? ¿Y que con estas notas esos estudiantes recién licenciados pudiera acceder, o no, a los hospitales más prestigiosos y con mejores especialistas del país? No se lo imaginan porque sería absurdo, y además reventaría de golpe la esencia del mecanismo: objetividad de la prueba -que es tipo test- y competencia limpia entre los examinandos.
Pues bien, en resumen este es el sindios en el que estamos instalados hace tiempo con la Selectividad, ahora la PAU, que en realidad es la guerra contra un sistema justo de asignación de plazas para los bachilleres. Alguna falla importante debe tener ese examen cuando las mejores universidades privadas de España -me refiero a las de prestigio, no a las de pinta y colorea que expiden títulos a golpe de transferencia bancaria- pasan olímpicamente de él, y realizan sus propias pruebas de acceso para detectar talento y actitudes. Quizá la PAU no sea injusta para ese cinco por ciento de alumnos extraordinarios con tan altas capacidades que, se pongan como se pongan los examinadores, alcanzarán la nota de corte que necesiten para estudiar lo que quieran. Tampoco afecta demasiado a ese porcentaje de alumnos mediocres, o directamente malos, que ya racanean en sus institutos y accederán a trompicones a estudios sin numerus clausus. Pero sí afecta decisivamente a la gran clase media, y media-alta, de alumnos motivados y con talento que se pueden ver fuera de los estudios que quieren cursar por apenas unas décimas de la nota, habiendo contestado exámenes objetivamente más difíciles que alumnos de otras comunidades. Esos tres días de PAU se juegan a una sola carta el cuarenta por ciento de su expediente final.
Lo comenta todo el mundo por todas partes, pero parece que nadie se atreve a escribirlo. En la UIB pegan ostias como panes en la Selectividad, y por ello la gran mayoría de alumnos no solo no logra mantener sus calificaciones de bachillerato, sino que bajan notablemente sus medias. Esto puede deberse a dos motivos: o la enseñanza media en Baleares es una bazofia y vomita un elevadísimo número de zoquetes de sus institutos, o a nuestros prestigiosos docentes universitarios se les va un poco la mano. Y también es un clamor la razón que se apunta para esto último: dado que nuestra condición insular es una barrera económica para que vengan estudiantes peninsulares, hay que dificultar la salida de nuestros mejores estudiantes a otras universidades que no sean la UIB. A menos estudiantes, menos dotación económica y menos recursos en general. Yo no sé si esto es cierto, pero conocidas la endogamia y la opacidad que habitan en los campus universitarios, no se puede descartar ninguna posibilidad. En cualquier caso, la única manera de resolver esta duda es la que dicta el sentido común: una sola prueba de acceso, en las mismas fechas, para un único distrito universitario español. Aún quedaría por resolver el asunto de los criterios de corrección en los exámenes que no son técnicos o tipo test, pero al menos eliminaríamos la mitad del problema. Eso nos traería la pau, y no la guerra.