por José Sánchez Tortosa, autor de "El profesor en la trinchera"

No es fácil deshacerse del peso muerto de una jerga vacua y oscurantista
que empapa incluso el discurso de los que se enfrentan a ella y que
acaba siendo interiorizada. Se van acotando, así, los márgenes de la
mentalidad predominante, fuera de la cual sólo parece quedar espacio
para el silencio.
La potencia política y social de la Filosofía es dar voz a ese silencio,
mostrar, aunque nadie lo escuche, la inconsistencia lógica y empírica,
formal y material de esos lenguajes asumidos sin crítica, refugio de los
buenos sentimientos, origen de los peores desastres.
La primera batalla de la Filosofía, librada en el mundo real, en el que ciertos individuos eran ajusticiados (
Sócrates) o convertidos en esclavos (
Platón),
fue la del lenguaje,
la tenaz insistencia por dar con la definición precisa de los vocablos
invocados que, sin confrontación crítica, son fuente de engaño y de
poder. Es el caso de la jerga psicopedagógica que da cobertura a un
modelo educativo, obsoleto bajo su pretensión de innovación, causa de la
ruina de la Enseñanza pública en España. La realidad exigiría ser
enfrentada con el rigor de un análisis que permitiera propuestas
concretas y viables para paliar, sin pretensión de salvación o
perfección, los defectos del sistema, para frenar su inercia.
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