Julián Ruiz-Bravo Peña
"MENOS EXCELENCIA Y MÁS EQUIDAD", dijo en su discurso hace varias semanas, ante los responsables políticos de la educación madrileña, un alumno de bachillerato en el momento de recibir un Premio Extraordinario por su excelente rendimiento académico, y añadió: "La prioridad no podemos ser aquellos que obtenemos resultados considerados como excelentes, sino aquellos que tienen más dificultades".
Profesor de Educación Secundaria. Miembro fundador de la asociación de profesores PLIS. Educación, por favor.
El Mundo, 29 de Julio de 2018
"MENOS EXCELENCIA Y MÁS EQUIDAD", dijo en su discurso hace varias semanas, ante los responsables políticos de la educación madrileña, un alumno de bachillerato en el momento de recibir un Premio Extraordinario por su excelente rendimiento académico, y añadió: "La prioridad no podemos ser aquellos que obtenemos resultados considerados como excelentes, sino aquellos que tienen más dificultades".
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Estas palabras circularon como la pólvora por redes sociales y medios de comunicación e hicieron las delicias de los apóstoles sociales, que, adscritos principalmente a partidos, sindicatos y asociaciones de profesores de izquierda, inundan y dominan la enseñanza y que son, desde la instauración de la LOGSE, los principales responsables de la larga decadencia de la educación española. Tal fue su júbilo que no dudaron en publicitar y utilizar para la causa del apostolado social un hecho irrelevante en el contexto de los Premios Extraordinarios: que el autor de la frase era nieto del magistrado Francisco Tomás y Valiente, asesinado por ETA. De forma inconsciente, o tal vez consciente, los apóstoles sociales deambularon por los oscuros pasillos de la psicología social y política: el descendiente de un asesinado por ETA, por tanto hombre hostil a la izquierda nacionalista, había abrazado las tesis de la izquierda. Todo un trofeo de caza mayor.
Pero la verdad es que este muchacho, de gran inteligencia, sin duda, hizo gala de ingenuidad y de ignorancia asombrosas, porque no sólo las administraciones educativas dedican muchísimos más recursos a los alumnos con dificultades que a los alumnos excelentes, justo al revés de lo dicho en su discurso, sino también porque los términos excelencia y equidad no son contrarios sino recíprocos, como dos caras de una misma moneda, de tal forma que la equidad sin excelencia no es equidad. La equidad educativa, que consiste en ayudar con medidas complementarias a los alumnos desfavorecidos socioeconómicamente y a los que tienen dificultades de aprendizaje, es un principio que debe desembocar en un final necesario, el final de la excelencia, es decir, no la igualdad de resultados sino el máximo rendimiento de todos los alumnos, desfavorecidos y favorecidos, cada uno según sus posibilidades. Como sin desembocadura no existe río, sin el final de la excelencia, no existe equidad.
Sin embargo, hay en la enseñanza demasiados procustos. Procusto, personaje de la mitología griega, fue un posadero acongojado, dueño de una sola cama, que cada día perdía clientes porque o eran demasiado bajos, sobrándoles cama, o eran demasiado altos, colgándoles las piernas. Hasta que un día encontró una brillante solución que dejó a todos contentos. A los bajos, les ataba los brazos a los barrotes de la cabecera y les estiraba con poleas las piernas para que se descoyuntara el cuerpo y adquiriera la talla debida , y a los altos, les cortaba simplemente las piernas por donde colgaban.
Nuestro sistema educativo es claramente procustiano. Obsesionado con la igualdad de resultados y no con la excelencia, ha diseñado una camaescuela igualitarista, en la que sobran los altos y sólo interesan los bajos, para, una vez desaparecidos los altos por el expeditivo método del hachazo, reducir la camaescuela y volver a cortar las piernas de los de talla media.
No, el joven Francisco Tomás y Valiente no tiene razón, como no la tienen los que se han aprovechado de su ingenuidad para lanzar toda su artillería contra los que defienden prestar también atención a los alumnos excelentes, acusándoles de elitistas y segregadores. Para demostrarlo basta con enumerar todas las medidas de atención, repito que tal vez sean aún insuficientes, que se llevan a cabo en los centros escolares de España para intentar lograr que los alumnos desfavorecidos tengan éxito escolar: departamentos de orientación en todos los centros escolares, muy nutridos en los institutos; profesores de apoyo que comparten aula con profesores titulares para atender a uno o dos alumnos con dificultades; programas de acogida para alumnos recién incorporados al sistema; programas para alumnos con discapacidad física, psíquica, auditiva, visual, con trastorno de espectro autista, con déficit de atención e hiperactividad, trastorno de aprendizaje, trastorno grave de lenguaje, problemas de lectoescritura, con desfase curricular; adaptaciones curriculares; desdobles; cursos de PMAR, antes llamados de diversificación; ciclos formativos de formación profesional básica; plan PAE de clases de repaso en horario no lectivo, antes llamado PROA; centros de educación especial; convenios de formación profesional para alumnos con discapacidad; becas de comedor, ayudas para transporte y material escolar; programas de asistencia social y de policía tutor y muchas más medidas que no podemos enumerar por falta de espacio.
Es evidente que nada de todo lo anterior se hace sin ingentes medios económicos, materiales y humanos, especialmente humanos. De hecho, los programas enumerados son la principal causa de que la ratio profesores/alumnos en un centro escolar de educación secundaria ronde el 1/10. El joven Tomás y Valiente no tiene por qué saberlo, pero sí aquellos apótoles sociales que han aprovechado sus palabras para lanzarse a la batalla político-educativa.
¿Pueden, en cambio, los apóstoles sociales enumerar acciones educativas que atiendan a los alumnos de altas capacidades intelectuales, calificados por ley como alumnos de necesidades educativas especiales, y que son los grandes olvidados de nuestro sistema? ¿Pueden explicar los apóstoles sociales por qué los alumnos de altas capacidades intelectuales suelen fracasar o alcanzar unos niveles de rendimiento muy por debajo de de sus posibilidades? ¿Pueden explicar qué programas existen en los centros para ayudar a que logren el máximo provecho aquellos alumnos con muy altas calificacines académicas? No pueden porque no existe ninguno, o casi ninguno, a no ser que consideremos programa de alto coste económico dar un premio extraordinario y honorífico de bachillerato a alumnos como el joven Tomás y Valiente.