miércoles, 20 de abril de 2022

PLIS deplora que el “Icetazo de los interinos” relaje todavía más la competitividad, la excelencia y la autoridad del profesorado de la pública


Cuatro años y medio de antigüedad valdrían más que el máximo concedido a toda la formación académica, incluyendo doctorados y trabajos de investigación

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Palma,  19 de abril de 2022

 

PLIS Educación Por favor deplora el real decreto de estabilización de empleo temporal del personal docente, conocido como el “icetazo” de los interinos, que privilegiará a los interinos de más antigüedad a acceder sin oposición y sólo mediante concurso a las plazas ocupadas temporalmente por interinos desde el uno de enero de 2016. De una baremación de quince puntos totales para acceder por concurso a una de estas plazas vacantes, nada menos que siete puntos se otorgarán en función de la antigüedad con un máximo de siete puntos para quienes lleven diez años de servicio como interinos. Este criterio, si bien no anula la libre concurrencia porque en principio cualquier aspirante podrá presentarse a estas plazas vacantes, sí favorece sobremanera a los interinos de mayor antigüedad que naturalmente se harán con las plazas vacantes, en lo que puede llamarse como un traje a medida. Asimismo, hay que tener en cuenta que, según los criterios de baremación publicados, cuatro años y medio de experiencia (4.5 años x 7 puntos/10 años = 3.15 puntos) valdría tanto como la formación académica (matrículas de honor, doctorados o trabajos de investigación), valorada con sólo 3 puntos. Por otra parte, no hay que perder de vista un dato fundamental: el formidable impacto que tendrá este proceso de estabilización en la plantilla docente de las Baleares. Y es que la oferta podría superar las 2.000 plazas vacantes, aun por determinar. 


Se trata de una nueva vuelta de tuerca que abunda aún más en la degradación de la figura de profesor en la enseñanza pública, convertido cada vez más en un dinamizador o monitor de aula al que, ley tras ley, se priva de enseñar la disciplina que estudió, socavando así su autoridad basada fundamentalmente en sus conocimientos, sometido a las directrices ideológicas de políticos y directores, y convertidos en conejillos de Indias de la mano de los psicopedagogos que no vacilan en utilizar las aulas para experimentar las teorías pedagógicas de última generación sin ninguna garantía de éxito. 


De un tiempo a esta parte, la administración educativa balear lleva relajando los criterios para acceder a una plaza de funcionario en la enseñanza pública sin atender a las verdaderas necesidades de los alumnos y primando los intereses laborales de los interinos, los intereses electorales de los políticos y los intereses de los sindicatos cuyos afiliados en su mayoría son interinos. PLIS Educación Por Favor asiste con tristeza cómo se desvanece la única ventaja competitiva que hasta hace poco distinguía la enseñanza pública frente a la privada y concertada: la excelencia que se le suponía a un funcionario por haber pasado una oposición. Una excelencia que se ha visto mermada en los últimos años por varios factores: a) la composición de los tribunales de los concursos-oposición exclusivamente formados por funcionarios de Baleares; b) el requisito del catalán como barrera administrativa para excluir a los peninsulares; c) la asignación de plazas por islas y no en una circunscripción balear, lo que ha propiciado un lógico descenso de nivel en las islas menores; d) la continua rebaja de contenidos y de exigencia de las pruebas de oposición. A estos factores, encaminados todos ellos a restar competitividad entre aspirantes y cuyas víctimas son una vez más los alumnos que sí merecen tener a los mejores profesores, se le suma ahora el privilegio de los interinos con más antigüedad de obtener aquellas plazas vacantes más de cinco años sin pasar por un examen de oposición, discriminando claramente al resto de aspirantes que carezcan de antigüedad. 


El “icetazo de los interinos” hace un flaco favor a la figura del profesor, el factor principal no nos engañemos que de verdad marca la diferencia entre una buena y una mala instrucción, al despojarle del principal ropaje que adornaba su cada vez más cuestionada autoridad dentro del aula: su acreditada sabiduría en una materia, corolario de haber pasado el filtro de una oposición.